Un sorbo de letras

Todo llega como mariposas desnudas queriéndome abrir los ojos con sus aleteos, anoche las pestañas me recordaban sus caricias, bendita sea la hora en la que los muertos no hablan, bendita sea la hora en que los muertos no caminan, bendita sea la hora en que los muertos no trabajan, no me hablan ni se sonrojan, no murmuran ni se desnudan, no conspiran ni se mojan. Bendita sea la hora en que los muertos no me mienten. No los escucharé, ni en las sombras ni en los entierros, comerán lombrices hasta quedar desolados. No se acordaran de las penurias ni los rezos.

Ay esos muertos que con flores se vuelven tiernos, pobre de aquel que solo sabe de desiertos. Pobre del muerto pobre que no trabaja por comida sino porque no tiene nada mas que hacer. Maldito muerto que maldito nace para morir sin su madre.

Llegó la hora en que el silencio cobra vida usa capa y se compra un reino. Esta es la noche de la seda nueva, me cubro entre la tierra y me vuelvo ajeno, me oxido de miedo y me contemplo viejo. No tengo dientes ni tampoco recuerdos, no estoy despierto ni tampoco miento. Me atrevo a sacar la lengua, me dispongo a lubricar las yemas, me dispongo a sembrar en mi propio entierro. No soy la noche ni tampoco el vicio. No me vuelvo loco, por no querer sano, pero me canso tanto de ser tan bajo, tanto miento. Como cuando de mi pecho seco se caen mis vellos, cual pétalos rotos, cual misterios agrios.

Lleno de misterios me siento junto al perro, me llamo tonto, tonto como la noche ciega, tonto como la muerte rápida. Me dicen así para llamarme sangre, me visten de azul para no decir adios, para no llorar en jueves.

Me vuelvo cascada de panteras y sollozos, así como vengo me voy, así como estoy me tengo…

Lastima, lastima que no estés, lastima que ni en sombras te conozca, que lastima que no me muero para no conocer tu gloria. Que miedo si por dentro aun no muero, que lento es el viento cuando de negro se viste la mariposa para despedirme desde su balcón.