Desde el filo de la cama pude ver a las hormigas. Me causaba tanta conmoción el tener que esperar hasta que subieran las patas de la cama, era la desesperación más grande que he sentido en toda mi vida. Resonaba la madera con mis anchos dedos esperando a ser devorado. Ahí estaba ese infinito ejército de duras mandibulas, pero que cansancio; que calor da el esperar la más grande diva de todos mis placeres, mi musa eterea, mi último respirar. Escucho el grito de guerra, la estrategia invasiva, veo el triunfo en sus duros cráneos. Cada uno de sus pasos se vuelve eterno, se vuelve un eco sorpresivo. Ay que cansado se vuelve esperarte a ti, madre de todas las bestias. Nos llevas en tu vientre por todo este tiempo, fuiste capaz de nutrirnos con tu sangre; de volverte un lecho. Y miro de vuelta a las hormigas, mis rojos verdugos. Siempre con su lento caminar sin conciencia de un final. Yo soy mas que una pila de carne esperando por sus fauces. Ellas y yo, sin fijarse el uno en el otro. Yo no creo en las hormigas ni ellas en mi, yo se que me cazan, oh dios yo se que lo hacen.

De fino cosquilleo me llenan con sus pequeñas patas, es un picor desconcertante y aleatorio puesto que las mordidas que siento en la espinillas vienen desde los zurcos de mis desgastadas rodillas. Vuelvanme loco mientras se clavan, vuelvanse uno con mis entrañas, vuelvanme piedra con su silencio. Vuelvanse mis fieras canibales, tomen mi sangre en comunion. Conviertan esta dura carne en algo mas que sacrificios sin redimir. Vuelvanme gloria.

Ahi van ya manchando mis sabanas de sangre, admirar al asesino inconciente. He aqui mi lenta desaparicion. Milimetro a milimetro mis huesos al descubierto. Lastimoso placer, auxilio de mis suplicas, quiero ver caer hasta el ultimo de mis errores. He de empapar la vida con mi tortura erotica, he de sentir por ultima vez que puedo sentir; que yo he de vibrar hasta en el ultimo segundo de mi sueño.

Madre santa yo he de regresar, en tus suplicas me he de encomendar, que hoy encuentre en la humedad de tus labios la calma que los cobardes tanto reclaman. Devuelvele a mi alma sombria e inservible el don de la verdad.

Madre mia regresame el sentido, despiertame a mi que he decaido y acepta mi ofrenda suplicante.