Cuando el eco de mi voz

Sobre la cama húmeda y caliente encontré un pequeño peine con alas. Lo quise tomar pero en realidad solo eran las arrugas de la cama, de pronto me encontré rodeado de manchas, de sombras, de personas, de voces. Comencé a creer que no querían devorarme, que eran bestias adorables que venían a hacerme compañía. "¡Brindemos pues!" decía yo con una botella que encontré debajo de mi almohada. No entendía yo como era posible que tantas personas vinieran a verme, a escucharme.
Nunca paraban de contemplarme, de reír. "¡Oh! sigue por favor, te lo suplicamos" era todo lo que yo escuchaba. Reíamos y les contaba miles de historias; no podía parar. Yo soy una persona con tanto que decir, me encanta entablar largas conversaciones con la gente; con más bestias. Adoro que me escuchen, que me pidan que no me detenga. Yo tengo tanto que decir.
La gente conmigo no habla, solo escucha, yo sé que aman quedarse callados viéndome a los ojos y guardando en sus cabezas todas y cada una de las cosas que yo pongo en sus manos.

Aun escucho sus invocaciones en los pasillos. Gritando mí nombre...
...todo el tiempo. Siempre me buscan.
Continuaron las risotadas y el negro elixir acabó por comer nuestros prejuicios. Más bien los míos. Hablé de todo lo que nunca pasó pero siempre quise que pasara. Comenté cosas que nunca me había atrevido a decirle a algún asqueroso humano. Todo preparado para revelar el gran secreto de la noche. Estaba sintiéndome cómodo con las palabras, todo era perfecto, un discurso magnifico, una dicción excelente. Finalmente me paré de la cama, alzaba mi voz más y más. Sentía como me raspaba la garganta pero yo seguía hablando, lo necesitaba más que nadie. Ellos me miraban y saltaban como esperando caer un manjar.
Cuando la última palabra estuvo dicha me encontré con las manos en el aire dando vueltas y pequeños brincos. Caí de rodillas y me vi en un charco de sangre. Me vi alimentando fetos del tamaño de pelotas de golf. Eran miles y todas mamaban mi sangre. Todos tenía un poco de mi en sus corazones. Entonces me sentí feliz.
Ahora era parte de todos. Pronto mearían mi sangre, pero la esencia quedaría ahí para siempre en sus entrañas. Ellos eran lo que yo soy.
Ellos mamarán hasta agotarse. Los siento aferrarse a mi piel. Siento como chupan mi carne. Siento como sacan mis jugos para ser yo. Ahora soy feliz.