Estaba tirado en el piso lamiendo orina de alguien más, su brazo sujeto a mi pierna como rogando sin decir palabra, las miradas dispersas comiéndose nuestras mentiras, todos parados y tu de fondo mirando avergonzada, como no olvidando lo que ya sabías. Obviamente tú eras parte de la peste mutante, estabas unida al club de los subnormales con dinero y joyas, y juguetes y pretensiones. Eras la más cool entre las cool.

Claro todos conversábamos y el ahí atado a mi pie deseando que no fuéramos mas así. Yo mirándome al espejo, oh esos ojos, esas garras y esa hambre fluyendo despavorida. "Ni modo, esta noche tampoco" las últimas palabras pronunciadas en ese baño antes de que el cierre de mi pantalón se cerrara por completo. Mire mi rostro en el espejo y lo volví a golpear esperando que esta vez sintiera más que en la primera ocasión. Abrí la llave del lavabo porque olvidé que salía semen de él, olvidaba que esos puñetas se limpiaban el culo, las manos, los pies, el rostro y saciaban su sed y hambre con esa sustancia que podría ser yo quien se las proporcionara.
Salí del baño y sequé mi orina en las bolsas traseras de mi pantalón.
Cuando salí me topé frente a frente con esta especie de mujer de labios anchos y senos grandes. Bien sabe ella que no la escuché porque cuando terminó de aturdirme con esa boca que muy bien podía cumplir otra función, golpeó mi cara con esa cosa brillante que llevaba cargando en el hombro. Una y otra vez maldiciéndome y escupiendo semen en mi cara, yo lloraba de risa, yo veía su cara arrugada eyaculando semen y verbo al mismo tiempo. La gente no entendía lo que pasaba y solo existía una explicación, una que ella empezó a gritar con lágrimas y mocos. ¡Por supuesto! ¿Como nadie lo dedujo antes? el borracho no resistió y le tomó las tetas descaradamente. Mi vientre pedía un descanso y mi llanto suplicaba que ese intento de mujer parara de decir tanta porquería, mi salvación llego con olor a tabaco, perfume barato y esos enormes puños acercándose a mi rostro, toque las tetas o lo que pude de ellas, me aferré como criatura queriendo ser amamantada. Tendría que valer la pena tan divertido suceso.
Me vi con el rostro en el piso chupando mi sangre, comiendo mis dientes y por supuesto esa golfa de las tetas riéndose mientras me mostraba todo aquello que por las buenas no iba a tener. Ni modo, esta noche tampoco.
-Llegará el día en el que te fastidies de todo- le dijo sin ponerse a pensar a donde iban a terminar esas palabras -intentarás de todo para mitigar las molestias, probarás mil y un remedios para después caer en el mismo pozo abismal rodeado de personas con la misma afición- escuchaba atento pero sin perder esa mirada de desinterés, de incredulidad. -Se servirán unos a otros para lacerarse día y noche- Continuó con su fino cigarrillo de burgués contento y orgulloso de haber interesado al chico en tanta basura. -Al final, acabarán con sus vidas sin siquiera haberse tocado, todos dispersos en este mal, sirviendo de alimento a los renacuajos que un día saldrán a hacer lo mismo-
"Un puto ciclo" murmuró el chico mientras seguía mascando chicle de uva. El silencio hizo su mas grande aparición, el hombre y el chico miraban la ventana y se lamentaban por estar ahí encerrados. La lluvia era hermosa e invitaba a salir, invitaba a danzar y a morir con sus lágrimas ácidas; nuestras lágrimas ácidas. Durante varias horas siguieron intentando reavivar la conversación. Al final fueron honestos consigo mismos y dejaron de hacerlo.
Intentaron de todo para salir de esa enorme casa hecha de cenizas de plomo, pegada con semen y sellada con silencio. Cada vez que callaban, cada vez que un ruido desaparecía la casa era mas pequeña y fuerte. Sus paredes se volvían mas anchas y el aire comenzaba a ser mas espeso.
Se sentaron en el piso y gritaron sin parar, uno detrás del otro. Eran como lobos desgarrandose, la alfombra estaba empapada en sangre y ni el hombre ni el chico pararon. Uno se hacía mas fuerte para hacer al otro mas débil. Al final el chico fue quien venció, el fue el que entre grito y llanto sacó los negros testículos. Gritó tan fuerte que su voz se hizo delgada y encantadora, dulce, hipnotizante. De sus gritos volaron cuervos, dejaron sus plumas flotando en el aire, se comieron la comida de la alacena. El chico no dejó de gritar y su canto atrapó al hombre en una tela grande y blanca, en un capullo. el hombre lloró y se arrulló con esa melodía fina y delirante. Pasaron los días y del capullo salió un viejo y de los gritos salieron mujeres. Del chico...
del chico nadie supo.

Lágrimas brotaban de los negros ojos del viejo, el veía a las mujeres danzar, el quería matarlas con su órgano invasor. El quería conquistarlas y así su bandera poder enterrar en esas tierras frías e infertiles. El viejo soñó con el mismo suceso todas las noches, el veía a las mujeres sonreír, las sentía tan cerca, tan reales, tan coloridas. Al despertar se encontraba enredado en su capullo con la verga erecta y corrida.
Tristes los días del viejo, cada vez mas largos, arrugados y empolvados. Pero esas mujeres siempre bellas y seductoras comiendo de la sal; del polvo de la vida. El viejo se desmoronaba a pedazos día y noche y las mujeres lamían del piso, lamían como perros en la leche.
El viejo soñó con el día de su nacimiento, el día en el que se desprendió del vientre, el día en el que mamó el néctar de la vida por primera vez. Ese día en la noche supo que el ultimo grano de arena se vería alimentando a esas mujeres.
Benditas aquellas que nutrieron sus últimos días, benditas porque sin sus fantasmas la muerte del viejo seguiría siendo en vida. Benditas por detener sus frustraciones, benditas por hacerlo todo así.
Por eso el viejo las alimentó, por eso la sangre seca sabe a miel. Por eso el chico desapareció sin dejar rastro, en esa fría tarde, cuando la lluvia se comía la tierra.