El taxi...

Así que tomé el coche, prendí el motor y cerré los seguros con mi interruptor electrónico que está poca madre. Sé que estamos en tiempos en los que está bien cabrón salir así de huevos a trabajar en la noche, pero no namás; lo hago por el varo, creo que vengo corriendo de algo; y es que la neta nunca me latió eso de la vida en pareja. Ese pinche pedo de andar ahí en la casa dando dinero y ganándolo como pinche mula, ya sé que de taxista uno si no le busca se muere de hambre, y por mí no hay pedo pero tengo chamacos, tengo a mi vieja, tengo tantas putas deudas que no sé ni por dónde empezar. Está culero el pedo, uno hace estas mamadas porque viene huyendo de algo y terminas huyendo de algo más. Ni pedo, son las cruces de mi vida, por algo dios me da esto, por algo dios me alimenta con esto; señor, lo que tú me pidas yo lo haré y lo haré porque me has dado un cuerpo, un alma y algo en que pensar.
Creo que me gusta trabajar en la noche, ya van como cinco veces que me asaltan, hasta un pendejo me quiso quitar el coche pero no contaba con que yo ya estaba bien curtido para esas madres. Hijo de su puta madre, me pone al piso de rodillas y espera que como un mendigo le chupe la verga, espera que me baje como un perro y le ruegue por mi vida. ¿De dónde creía ese puto que yo venía? Quizá pensaba que era el primero en mi vida, pero luego de sentir la sangre caliente, el pinche bato chillando, la puta navaja ir y venir, ¿todavía cree ese bestia que me va a ver la puta cara de pendejo? No me siento orgulloso, pero, siempre vale la pena pasar por quien sea para salir adelante, a mi ningún puto me va a quitar lo mío, lo que con tanto esfuerzo me hace a mí, alimenta a mi familia. Pinches gusanos de mierda, creen que aterran a uno, cuando a mí el hambre me ha movido a más cosas, cosas que no tienen ni idea; putos morros.
Empiezo mi día a las 8 de la noche, llevo a los pinche niños riquillos a sus “antritos” si supieran lo que un antro significaba en mis días, si realmente se dieran a la tarea de buscar un lugar así. Pinches morros se les saldría la caca del miedo. Pero pues ellos que pueden entender de la vida nocturna, con esas pinches gordas meseras que te sirven la chela en las piernas y te chupan el pito por cincuenta varos. Aprenderían lo que es la vida y no con esas putas flacas que les aprietan el ano si no les dan buenas cosas, si no las pasean con cadena de oro y en unos pinches coches bien bonitos, verga, si mi tsuru me lleva de aquí a las costas de Acapulco sin pedos.
Total que uno de esos putos morritos me abordó, le cobré al doble un viaje que ni era tan lejos, no me dijo nada, no repelan ni madres porque a ellos no les cuesta poner sus putas caras de pendejos para que sus papis les suelten el billete, ¿ellos que saben de sufrir por algo?, nada; más les chupan los huevos a papi y les dejan caer las nalgas, que importan unas lagrimas si sabes que tienes el futuro asegurado.
Hasta eso que el morrito me cayó bien, le di mi número y le dije que me marcara cuando saliera para que lo llevara y que así no se arriesgaba a que le hicieran algo. Yo sabía que me dejaría buena feria y que si me marcaría. Pasaron unas horas y me marcó, yo sabía que ya me lo había echado a la bolsa, me trajo de arriba abajo, cruzamos un chingo de veces, pasamos varias veces a diferentes oxxo’s. Buen pedo el chamaco; me disparó las chelas a mí también, pasamos a uno de los puteros más exclusivos y por poco no paso porque alegaban que el chofer se podía quedar en el estacionamiento. Claro que el morro dejó un billetito en la entrada.
Vi pelos tan ricos como nunca pensé, pinches chichonas por todos lados, hacían rusas hasta con los pies, privados de a montón, chupe tetas de cada continente y la neta me valió verga la chamba; era viernes y sabía que podía juntar mucho varo, de hecho es el único día en la semana en el que de veras me armo de algo, pero pues la verdad cuando uno ve tanta carne se pierde ahí. El morro tenía dinero pero realmente no era nadie, en ese lugar no significaba nada, no le querían soltar ni siquiera a la más culera de las viejas, pues para eso falta tener más parado el culo.
Al final mejor prefirió que lo llevara a su casa; le pregunté por la dirección y me dijo que él me iba a guiar. La carretera estaba muy oscura, yo pensé que no había luz pero el me dijo que así siempre estaba, no podía ver ni madres y si no caía en los baches era de puro milagro. Por fin me dijo que retornara y llegamos a una parada de camión, con las luces del carro iluminé a dos putas bien flacas y a tres batos con chichis, me cagan la madre porque el pito se les veía desde antes del retorno. El morrillo decidió llevarse a los putos, no lo juzgue porque al fin y al cabo es su pedo, si se los quiere chingar es muy su problema. Qué más da cuando él es que manda. Yo subí a tres putos en mi coche y esperé a lo que podría pasar.
No llegamos a su casa, más bien a un motel barato, por todos pagó más de lo que pudo haber pagado; en un hotel de putos pudientes, pero no lo juzgo, el trae el varo, yo no.
Yo le dije que podría esperar en el auto pero él quería que subiera, no lo quería contradecir en este punto, así que lo hice. Vi cosas que jamás me atreví a ver, ese pinche joto me traumó para toda la vida, no puedo creer que aguante a estar ahí, pero pude. Era “homosexual” y de lo más salvaje que pudo ser; les pegó a las locas hasta hacerlas gritar de verdadero dolor. Le valió madres que no quisieran estar ahí; el quiso conservarlos. Nunca los dejó salir. Estuve todo el tiempo sentado en una silla de madera que estaba por romperse. Yo no podía hacer nada, no quería hacer nada en absoluto, veía y al mismo tiempo sabía y sentía que un bulto crecía en mis pantalones. Yo no soy ningún puto, yo sé lo que me puede excitar, exceptuando hombre o mujeres, eso no importa sino la sensación que provocan.
Al final los corrió y me sentí más en paz, sabía que podía caer dormido sin ninguna preocupación, ellos estaban chillando afuera como viles putas de mercado; hablando hasta cansarme; pero, gracias a dios que estaban afuera.
Seguía sentado yo, esperando las ordenes del morro, lo mire a los ojos esperando su respuesta, el se me acercó y me dijo “ya vámonos” tenía los pantalones abajo y caminaba con trabajos, sin embargo escupió mi verga; la escupió demasiado, la sentía realmente mojada y de pronto ese morro se sentó, se sentó en mi pito como si nada. Tenía las patas abiertas y lo veía bajar una y otra vez. Nunca me sentí en un lugar tan apretado, ahí estuvimos largo rato. Yo me bañé y él me bañó.

Nos quedamos dormidos. Lo lleve a su casa a las 6 de la mañana, el sol salía y llegamos a una casa con un muro grande, sin embargo alto. El abrió la puerta y de pestaña vi su casa. Maldito rico de mierda, probablemente no era el primero al que se cogía. No sé; es temprano me haré unos análisis, por mi seguridad, por el bienestar de mi familia…