Eran las 3:45 de la mañana el día después de su cumpleaños. La luz estaba apagada y de la ventana entraba la sombra calurosa de un rosal en las alturas. José sudaba a chorros y entre las sabanas sobresalían dos delgadas piernas mojadas y sucias como espaguetti. Corrió a la puerta y luego a la ventana. No supo si iba a funcionar pero de todos modos lo hizo, se aventó y deseó que el suelo fuera mas suave que el triste algodón de azúcar que recibía aquellas tardes de domingo cuando era niño. Mientras los otros niños sonreían y se sentían parte de un todo compuesto de miles y miles de partículas de aire comprimido que se comían sus cerebros a mordidas. Trató de no pensar en eso pero de todos modos lo hizo; mientras recordaba las burlas y los gritos ahogados de su miseria, se dio cuenta de que finalmente lo estaba haciendo. Estaba ahí sentado en el aire en posición de un hombre pensante mientras el aire le lamia la cara y el frió penetraba hasta sus entrañas. Los arboles lo acariciaban, lo tomaban de la mano y no lo querían soltar, mientras el flotaba sin rumbo fijo entre montañas de nubes con sabores ácidos y corrosivos. Comió un poco y lo demás lo dejo para después. José volvió a su cuarto y se dio cuenta de que su mujer ya estaba ahí. Recostada la enorme mujer con una manzana en la boca para no roncar. Se dio la vuelta e imaginó que a la que tenía a lado era la tetona que vivía a dos casas de la suya. Una sonrisa salió a relucir tan rápida y fugaz como el pedo mismo que apestó la habitación. Todo ese repugnante olor viniendo de un ser tan rechoncho que a veces dificultaba el descanso ageno.
La mañana siguiente José mató a su esposa para cortarla en pedazos muy finos y así alimentar a los perro que deambulaban en la calles que el recorrió camino a su trabajo. "Vaya puta gorda que por fin serviste para algo" una y otra vez repetían mientras los perros sangraban y luchaban como viles humanos por un pedacito del gran manjar purulento.
Mascó una docena de chicles, bebió tres botellas de cerveza y fumo dos cajetillas de cigarros baratos. Todo mientras los perros sangraban peleando como putos peleles, como humanos rabiosos, como mierda. Finalmente cruzó la linea que separaba a la realidad con la barbarie, llegó, tomó su puesto y observó por alrededor de 35 minutos las piernas delirantes de la gorda secretaria ejecutiva. "Si por mi fuera esas piernas ya estuvieran en mis hombros, pero no adelgaza la muy perra"
Atendió alrededor de 3 personas en el transcurso de una larga y pesada jornada laboral que constaba de 8 hrs menos el almuerzo, la comida y las cagadas que se echaba de vez en vez fingiendo el mismo problema intestinal que mas bien era ya un conflicto entre su mano, su pene, la secretaria ejecutiva y la vecina tetona.
Se jugó el miembro los últimos minutos de su gran día. Volvió a casa con un hambre tan voraz que hasta estaba pensando en recoger los pedacitos que quedaron de su mujer.
José pasó las 428 noches siguientes volando entre las mismas nubes y jugando con los mismos rizos de arena. Llenó sus intestinos de aire puro y sus pulmones de aguas lejanas.
Murió un 24 de marzo de algún año, debajo de algún árbol en donde en algún momento de la tarde las ratas se comieron sus huesos, las arenas movedizas tragaron sus entrañas y los mismos putos seres que se hacen llamar pensantes decidieron darle sagrada sepultura. Hubo 32 dos fiestas simultaneas, contactaron a las mismas putitas de siempre para que enseñaran sus cuerpos enfermos en frente de multitudes de imbéciles, que hoy decidieron celebrar por el buen José. Nadie supo mas porque se celebraba esto, nadie supo porque iban al mismo lugar todos los días a coger las mismas putas decadente. Nadie supo quien fue José y la verdad a nadie le importará jamás. Lo único importante aquí es que finalmente murió y que por cada palabra que se derrama en este excusado conocido como el Internet (tan libre y alabado) muere alguien mas como José. Que quede claro que el existió, que quedé claro que todo esto lo sabemos porque alguien quizo recopilar información al respecto, hacer una religión y coronarlo como el padre de la filosofía contemporánea. Al final sabemos que como todo en este mar de preguntas sin respuesta, en esta tormenta de letras sanguinarias; al final de puentes corrompidos lo único que hay es una y mil masturbaciones mentales. Buenas noches y que José viva en sus corazones, porque en el mio no vivirá jamas.