Es pertinente aun informarle acerca de lo último que sucedió en ese lugar. No lo considero un hecho sano pero tampoco es algo de lo cual pueda avergonzarme. Aun tardo por las noches en dormir sintiendo que volverá a suceder, que me arrebatará con la misma fuerza los débiles trozos de hueso que se siguen balanceando.
Aun contemplo en las mañanas ese sol moribundo, como aquel que dejó sin más ganas que lamentar el acto repugnante y mal realizado. Me refiero a esa misma rutina rodeada de restos orgánicos y olores denigrantes surgiendo de nuestros cuerpos.
En fin, yo no pedí que la historia siguiera así, yo no le dije a nadie que me inventara en un mundo rodeado de seres increíblemente dotados de instintos de supervivencia y egoísmo brutal. Yo no pedí estar programado para imitar y mucho menos pedí que la carne humana fuera una debilidad más que me atrofia la mente.

Pero así pasó. Corrieron las hormigas y el reloj seguía marcando el mismo minuto mientras las otras manecillas gritaban las horas una detrás de la otra como en coros desfasados por la incompatibilidad y el misterio de las copas. La tierra de mis zapatos hacía mucho ruido cada vez que caminaba provocando ese chirrido desagradable. Me pudo escuchar muy bien, el ruido del segundo piso acompañado de las risas y vómitos rojos no lo pudieron impedir. Era inevitable que supiera que me aproximaba incluso antes de que yo caminara por ahí. Se adelantó a mis deseos y mis fuertes impulsos de lágrimas.
No sé si lo sabía usted pero es inevitable el placer y la sensación de lujuria que crece al mismo tiempo que la sangre bombea más fuerte entre las venas de mi pene. Ignoro la razón, ignoro los motivos de tan delicioso dolor, esas lágrimas saladas escurriendo entre mis brazos y yo regalando caricias tiernas con esa bestia incansable que resbala entre mis pantalones. No lo entiendo, no comprendo cómo aumenta el deseo con cada sollozo, con cada lamento con cada palabra hiriente pronunciada por un desconocido, por el rechazo, por la perdida, por la vida misma lamiendo nuestra gloria al gotear de esta copa hecha de sudor y fuego. Jamás lo comprenderé.
¡Pero qué va! si esta no es la historia.
Como ya le dije me encontraba yo una vez más sin detenerme a mis impulsos, bajando la escalera y dirigiéndome a lo que el pretexto llamó. Cambié la música, o tal vez alguien más la cambió; tal vez se levantó y puso la que tanto esperaba escuchar en ese momento mísero y de atención total hacia su piel, hacia sus rojos labios y hacia sus senos inevitables. Tal vez un par de palabras fueron pronunciadas, quien sabe quien más las escuchó y las ignoró; eran de lo mas circunstanciales, casi un insulto al momento lascivo capaz de perforar las paredes y tirar un par de observadores. Capaz de revolcar cerdos en manantiales, capaz de abrazar el viento con la sangre. Que mas daba, si una vez caí de pie, con dos más no bastaría.
Y la savia seguía escurriendo, la gente seguía danzando sin parar con la misma intención mediocre de olvidar. Yo seguía ahí con esa letra una y otra vez siendo asesinada por los labios dulces de quien más le emocionaba. Tal vez pensó que en cualquier momento si desaparecería.
Yo no deseé vivir en ese argumento, no caí en las olas por placeres mundanos, o tal vez sí, eso le tocará a usted descubrirlo. Pero la noche transcurrió azul. Yo soñé con esa ropa interior roja hasta que recordé que el momento aun seguía pasando y que de glorioso no tenía ni una pizca. Pero mañana daría mi vida por repetirlo una vez nada más. Daría mi vida hasta por ver morir a un perro mas en estas calle.

Yo doy mi vida hasta por usted.