Si yo tuviera la capacidad de poder describir tan enorme destello. Si yo pudiera decir con palabras o gestos o cagada y media todas las frustraciones fantásticas que me hizo remoler.
Pero esos ojos, que importa el color si lo que veía no era vida, era gloria, era gozo, era carácter. Una fortaleza, los pantalones bien puestos y un par de huevos ocultos entre esas bragas que nunca logre ver. Era esa mirada fuerte y penetrante; siempre concentrada en lo suyo. Una mas de esas que caminas por verlas, sueñas con tenerlas pero que ni una pizca de su atención logras tener. Oh mujeres que con contemplarlas vacilas entre arboles y frutas jugosas esparciendo semillas de lujuria y energía.
No son bestias pero si son fieras, no te matan pero si te aplastan. Pero al ser tocado por una de esas manos blancas suaves y alargadas olvidas, confundes y te cubres en sus brazos deseosos de tu ingenua posición de niño mimado. Pero que mas da si por ello un mar entierro.
Logré seguir mirando esas manos que tantos sueños han tenido, colgando entre los surcos de sus yemas. Que manos tan dulces y perfectas y esas uñas que bien podrían sacarme las penas de un tajo.
Seguí observando, buscando un detalle. Seguí buscando y no supe que mas buscar, perdí el interés, me aburrí de observar y dormía en un lugar que jamas debí. No era importante pero seguí las voces, seguí las risas y su voz de ensueño llevando allá entre lamparas de fuego, entre extraños riendo. Entre barbas de lechuga y mesas con pijamas. Ahí quede, repitiendo su nombre sin saberlo y cuando creí que podía gritarlo desperté sin una sola pista de ello.